La culpa es una emoción que te impide avanzar. El sentimiento de culpabilidad te impide disfrutar plenamente de tu vida, te priva de vivir nuevas experiencias, de tomar nuevas decisiones, asumir retos por «algo que hicimos o que no y se asumía que deberíamos hacer o no hacer». Esa creencia genera sentimientos como la tristeza, el remordimiento, el lamento, la angustia, la impotencia y la frustración.
Este sentimiento es uno de los mayores problemas que invaden nuestra vida. «Todo esto es por mi culpa. Soy el culpable», este tipo de frases que muchas veces nos repetimos, son frases con unas connotaciones negativas que nublan nuestra capacidad de razonar, porque la emoción que produce en nosotros es muy intensa, bloqueando nuestros recursos y fortalezas para afrontar la situación de una manera exitosa y pensando que somos merecedores de todo lo que nos esta sucediendo. La culpa hace que tengamos una visión limitada de nosotros mismos y del mundo.
Lo cierto es que nos hace conscientes de que algo hemos hecho mal y facilita el intento de repararlo. La culpa nos brinda una valiosa información sobre las consecuencias de nuestras acciones. Nos marca limites, es una guía moral que nos indica el camino a seguir. Nos hace salir de nuestra zona de confort y pedir disculpas. O al menos intentarlo.
Cada persona vive la culpa a su manera, y lo que una persona le puede generar un tremendo sentimiento de culpabilidad a otras apenas puede afectarle.
Nuestra educación, nuestra cultura, nuestra creencia y nuestros valores. Son lo que determinan cuando y en que persona que somos y la que pensamos que debemos ser. Los efectos de la culpa son interminables. Es como si lleváramos un juez interno que nos murmurara al oído sus acusaciones cada vez que nos apartamos del modelo. Si nos observáramos a nosotros nos daríamos cuenta que ese juez interno nos guía por el buen camino.
Aceptar que somos quienes somos, es un requisito fundamental para que la culpa no nos invada. Eso no quiere decir que no podamos cambiar y mejorar o que no podamos crecer como personas, pero seguro que no lo lograremos por el camino de la culpa y el reproche.
Liberarnos de ella pasa por aprender a aceptarnos tal y como somos. Y eso por permitirnos nuestra ración de limitaciones defectos y errores Solo cuando somos capaces de aceptar y perdonar lo menos brillante de nosotros mismos podemos reconectar con nuestro bienestar. Al fin y al cabo perdonar significa aceptar que no somos perfectos, que estamos aprendiendo de la vida y que el mayor error que podemos cometer es no aprender de nuestros errores. Así podemos dejar de vivir sintiéndonos culpables para empezar a vivir siendo responsables.
Somos responsables, no culpables de la interpretación que hacemos de nuestra vida, nuestras acciones y nuestras palabras.
Vive la vida según tu código moral, lo que tú crees que es bueno y correcto. Defiende tus creencias, deseos y necesidades, sin dejarte influenciar por lo que piensan, desean o necesitan los demás.
Decide ser protagonista en lugar de víctima, deja de perder el tiempo culpándote y enfoca tu energía en vivir «tu» vida como «tu» quieres vivirla porque es única.
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