Detrás de nuestras decisiones se ven reflejadas nuestras emociones. Hay una carga emocional cuando decidimos, que influirá o falseara lo que creemos que es una elección libre, racional y meditada.
La emoción cumple una importante labor en la toma de decisiones. Aunque pensemos que las emociones quitan racionalidad, son todo lo contrario, son protectoras y están a nuestro servicio dándonos ventaja cunado las tomamos. Cuando nos enfrentamos a un resultado muy incierto o desconocido, confiar en tu intuición y en las emociones es la mejor estrategia.
Nosotros como seres humanos, somos una combinación de percepciones, emociones, sentimientos y pensamientos que tenemos. Estos elementos forman una unidad, y esa unidad da como resultado lo que somos y como actuamos.
La principal emoción que aparece al tomar una decisión es el miedo a equivocarnos.
- Pesamos que equivocarnos es un fracaso, cuyas consecuencias podrían ser catastróficas.
- Creemos que al tomar la decisión, no estaremos a la altura de lo que se espera de nosotros.
- No saber que pensaran de nosotros si no tomamos la decisión correcta.
- Miedo a vernos expuestos ante los demás, notando que así somos más vulnerables.
Es muy importante ser conscientes de que una decisión siempre se verá afectada por factores que pueden escapar a nuestro control.
Tomar decisiones no es un proceso innato en nosotros. En ello participan nuestros pensamientos, emociones, experiencias, creencias, cultura y educación. Lo que tenemos que saber e interiorizar es que no hay decisión «inequívoca» o «perfecta» y que al igual que otras habilidades, nuestra capacidad de tomarlas viene dada por un aprendizaje, y eso nos hará más coherentes y objetivos en la toma de las mismas.
«No somos mas que nuestras propias decisiones». Todas y todos tenemos derecho a tomarlas, hacernos responsables de ellas y también… a equivocarnos.
En teoría, las emociones no son determinantes, pero si pueden ser muy decisivas. Son características del ser humano y vienen inmersas en nuestro juicios y deliberaciones en la vida. No hay que negarlas, pero si identificarlas y aprender a canalizarlas para nuestro propio bien.
El poder de las emociones viene dado por lo impreciso de su origen y su desarrollo. Forman parte de nosotros, de nuestro ser, de una zona que resulta difusa e incomprensible. Sin embargo lo que surge de cada emoción son nuestros instintos de conservación, defensa, ataque y de vida.
¿Cuantas veces te has arrepentido de tomar decisiones en determinado estado emocional? Seguramente te habrás dado cuenta de que estas mas predispuesto a correr riesgos cuando te sientes feliz, mientras que la tristeza te provoca todo lo contrario. Tomar decisiones cuando estamos enfadados no suele dar buenos resultados, ni tampoco si se toman con euforia.
Al hacerlo con sentimientos positivos hacia algo, puede provocar que infravalores los riesgos y sobrestimes los beneficios, por el contrario si tus sentimientos hacia una actividad son negativos seremos más propensos a sobrestimar los riesgos como altos e infravalorar los beneficios.
Tanto a la hora de tomar decisiones como a la hora de valorar posibles consecuencias, nuestras emociones jugaran un papel determinante. Saber o intuir como nos hará sentir una determinada decisión nos ayudara a valorar si debemos o no tomarla.
Cada acción conlleva una reacción. Con nuestros comportamientos pasa lo mismo, cada acto comporta siempre una consecuencia. Al ser los dueños de nuestros actos somos también los responsables de las consecuencias que derivan de los mismos. A veces lo difícil de tomar una decisión es asumir los efectos futuros que pueden acarrear.
Conocer y gestionar adecuadamente nuestras emociones es esencial para poder tomar la mejor decisión en ese momento.
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